Esta vieja costumbre de soñar y de repetir frases
inventadas, hace varios años atrás lo aprendí.
Observando las manos de mi madre tejerme historias,
construirme castillos.
Eran tiempos bonitos, dónde ver al sol y las estrellas decoraban
con gracia, fantasías.
Escribir con los dedos rojos y la cabeza llena de pájaros,
era un privilegio.
Ver al abuelo sentado en su sillón, llamándome a la lectura
del día
Y apenas balbuceaba aquellos cuentos, aquellas historias de
filosofía
La interrogante era saber de qué estrella había llegado,
¡Qué palpitares, dulces y mágicos!, es que te recuerdo como
ayer.
Y es que nunca mi alma descansa cada vez que te escribo, tengo
que inventarte.
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