viernes, 12 de junio de 2009

A Susan J. Dallion


Una noche de verano diré morí por sus ojos
Hermosa y pálida reventando en sangre sus labios.
Y yo parado con el alma elevada hacia ella
Enamorado, me conduje detrás de su rastro,
Sin sentir el hielo cubriendo el invierno.
El joven cuerpo, ardiente y de fuego
Y aquella voz intensa, arrobando la piel.
Extendía garras largas sobre el oído del tísico,
Que extasiado flotaba con las orejas en flor.
Estaba lejos como en sueños flotando
Óseos cavernarios, enterrado en el medio de esa furia.
El cobalto sobre el índigo, y los jardines de Hong Kong
Estrecha y delgaducha, cara a cara.
¿Daría las mil noches arábicas y una casa feliz?,
Floreciendo un poco de dulce en el deseo
del hombre de hiel.
Labrado de telarañas, en un vagón por enigmas,
viajé pasajero, sin la querida prudencia.
Perdido como Cristina, la chica fresa, en Mardi Grass.
Mostróme las corolas de sus pezones como flores empinadas.
Toda hecha carnaval entre máscaras y fuegos,
Una muñequita vudú que lanzaba sus hechizos.

Andre Ivre
*A Siouxsie Sioux, vocalista de Siouxsie and the banshees.

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