martes, 20 de enero de 2009

El Libertino Guardado


Mis orejas duelen cuando tengo el cuerpo de los vivos, fluyen el agrado y la deshonra de la ambigüedad, diluyendo el deseo, el deseo que no se doma y se sumerge, caballos desbocados y enfermos, caballos rojos con cuerpo bicéfalo que vagan en playas extrañas y se detienen en las pieles de otros. La ternura también ha detenido mi alma, la hizo pedazos una tarde, la prostituyó de ansiedad, libre simulaba ser libre y al fondo bajaban los cuerpos que veía ir y venir, mis manos detenidas en sus centros. Cientos de besos blancos, besos suaves con olores de fiesta. Al fin me liberé, ese será el grito al acostar mis huesos, me liberé de todo y de mi gran amigo loco, de ti y de todos, de todos esos cuerpos y las playas extrañas, de la cama verde en la que acuesto mi cráneo al revés, del cuarto turquesa que me hace ser pez en un mar sin agua. Al fin ya sin sed. Ese animal. Animal sediento con el sol en las orejas ese soy pues me he liberado de todo hasta del cuerpo y tal como un libertino me dejo mecer por las sensaciones, excitado de vida, de una vida extranjera en la que mi puerto y mi nave irán lejos sin detenerse a mirar sombras. Sin mirar más, mi locura que eres tú, mi arte que eres tú, el más grande, el único amor. Tú y tú, yo y yo, yo y tú hasta el final, corriendo, volando en mi tiempo y en el tuyo, más adelante en el tiempo que soñamos.

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