
Tú eres el diablo, el diablo detrás del establo, las vacas mugen cuando te ven. Las vacas huyen locas de tus bolas multicolores. Hay viento entonces en la plaza y escucho por ahí que es tarde de toros. Tú eres el diablo, el gran diablo que me asusta, permanezco en silencio cuando te alejas por un instante y de un salto caigo en tus brazos, me echo en ellos a besarte la cara, los ojos cubiertos de sol al que huimos de manera habitual. Paseamos de la mano como atados a la nada, nos hemos atado a algo más que eso. Es invisible e invasor, tú ríes y yo río contigo, desesperado por abrazarte, por oírte en las mañanas, entusiasmado de tu amor o lo que sea que es, porque me permites el infierno y tu hoguera. Permites que vaya contigo a tu lecho y juguemos a brillar y a enfurecernos. A golpearnos y amarnos, púes el pecador vive en mí.
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