martes, 20 de enero de 2009

La Evocación Infernal


Tú eres el diablo, el diablo detrás del establo, las vacas mugen cuando te ven. Las vacas huyen locas de tus bolas multicolores. Hay viento entonces en la plaza y escucho por ahí que es tarde de toros. Tú eres el diablo, el gran diablo que me asusta, permanezco en silencio cuando te alejas por un instante y de un salto caigo en tus brazos, me echo en ellos a besarte la cara, los ojos cubiertos de sol al que huimos de manera habitual. Paseamos de la mano como atados a la nada, nos hemos atado a algo más que eso. Es invisible e invasor, tú ríes y yo río contigo, desesperado por abrazarte, por oírte en las mañanas, entusiasmado de tu amor o lo que sea que es, porque me permites el infierno y tu hoguera. Permites que vaya contigo a tu lecho y juguemos a brillar y a enfurecernos. A golpearnos y amarnos, púes el pecador vive en mí.

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